Entonces, en ese espacio reducido la gente, extrañamente, se llevaba bien.
Porque en definitiva la culpa era de nadie y de todos al mismo tiempo.
El sentido de la unidad los hacía merecedores de cada momento vivido, con sus respectivos premios y castigos.
Y cuando alguien no estaba feliz con esto, simplemente lo mataban con la indiferencia.
Simplemente, lo mataban.
SeGuImE
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