Y la música sonaba de fondo. Era esa nueva bandita que estaba de moda.
Por momentos parecía dudar sobre asociar ese disco con futuros recuerdos. ¿Será acaso algo lindo de rememorar?, se preguntaba permanentemente.
Avanzaba el sonido y mientras tanto viajaba a un mundo de sombras, donde la protección brindada por el olvido y anonimato servía para darle la impunidad buscada.
Magia faltaba en el aire.
A la vista de todos una simple escena de amor se llevaba a cabo.
Y entonces se cerraba el telón. Las estrellas brillaban más y más fuerte. El sonido aumentaba su potencia y obligaba así a la persona a abrir los ojos. A perder el miedo y enfrentar lo que estaba delante suyo.
Pero, para su sorpresa, sólo había polvo. Humo fluorescente impregnado en la mirada del espectador.
¿Quién es el espectador? ¿Acaso hay testigos?
La persona apaga la música.
Se refriega los ojos. Vuelve a colocar desde el comienzo el disco.
Esta vez si va a generar un recuerdo digno de recordar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario