Sus zapatos eran color café. Acaso existe el color café? Pero de seguro, sabés de lo que estoy hablando. Te estás imaginando sus zapatos, tal cual como son, aunque no los conozcas. Aunque nunca los hayas visto. Y tal vez nunca los vayas a ver. Y así siempre hablaremos de lo mismo, aunque hablemos de cosas distintas. Porque si los ves, tal vez podés decir: ah… me los imaginaba menos café eh! y ahí descubrimos que no siempre teníamos lo mismo en mente.
Pero si nunca los ves, si nunca los conocés, salvo en tu imaginación, tus zapatos color café son aquellos que yo te describo. Que yo te cuento tenía puestos. Quién los tenía puestos? nunca te dije.
Sólo te conté que sus zapatos eran color café.
Qué es la imaginación? aquello que es real sólo en nuestro pensamiento?
Describime tu casa. O no lo hagas. Imagino es de cierta forma. No se por qué. Seguro me baso en casas que ya conozco. Si, debe ser eso. Tu casa es la mezcla de muchas casas que vi, que conozco y por eso creo conocer la tuya también. Pero nunca la vi. Ni en fotos. Ni en nada.
Así es tu casa? Cómo yo me la imagino?
Por qué me imagino tu casa?
Por qué te imaginás los zapatos color café? sus zapatos color café.
Siguiendo con lo que te contaba. Sus zapatos, como ya dije, eran color café.
Combinaban con su cinturón y su portafolio.
Cuando llovía, se colocaba el piloto por encima de su traje o su sobretodo.
Sobretodo? es raro colocar algo sobre algo que se llama sobretodo, porque ya no estaría haciendo honor a su nombre. Me imagino (y seguimos imaginando) al piloto decir: vos, sobretodo estás sobre todo pero yo, yo estoy sobre vos. Por lógica, soy DIOS (o algo así, no se bien como hablaría un piloto en el caso, claro, de que hable).
Cuando llovía, sus zapatos color café algo se mojaban.
Aunque usara paraguas…. aunque esquivara baldosas flojas y lugares donde se acumulaba el agua. Y ahí algo cambiaban de color. Se tornaban más oscuros. Un café fuerte, se podría decir. Pero, luego de un tiempo, cuando se secaban, volvían a ser esos zapatos de los que te vengo hablando hace unos minutos.
Los zapatos hacían un sonido particular al andar. Un tack tack que, y junto con su forma de caminar, te permitían saber, incluso antes de verlo, incluso antes de verlos, que se acercaba. Que se acercaban.
Te imaginás el tack tack que te describo? Te imaginás su andar, aunque no lo conozcas, a él o a ella, que llevan puestos estos zapatos? Aunque no los conozcas a ellos, los zapatos color café?
Yo creo que sí.
Qué más te imaginarás?
Dónde guarda sus zapatos cada noche, o cada vez que no los tenga que usar? Quién los guarda? no te preocupa? no te interesa saber?
Me pongo en tu lugar (quién sos vos? te imagino como un lector/a curioso/a que quiere saber más) y si, quiero saber todo esto. Quiero saber quién es dueño/a de los zapatos. Quiero saber para qué los usa. Si lo que imagino es lo que imaginás vos (donde vos serías yo) quiero saber. No se bien qué, pero quiero saber. Todo lo que se me permita saber.
Entonces entiendo, tengo que contar más. Pero muchas veces, sin contar nada se dice mucho más que contando todo. Y si sólo te digo que sus zapatos eran color café y no hay nada más para contar?
Y si yo, lector/a curiosa quiero saber cosas que vos, escritora no me contás? qué hago con esas cosas? me las imagino? y si yo puedo imaginármelas, para que te necesito? sólo necesito que me digas que hablamos de unos zapatos color café (sólo para ponernos de acuerdo sobre qué hablar) y de ahí cada uno puede hacer su propia historia. Y así, lo que vos imagines, junto con lo que yo imagine, junto con lo que otros imaginen, imaginaremos todo.
Y cuándo sabremos que ya no queda nada más por imaginar? Tal vez nunca terminemos de conocerlos. Sólo sabremos que hablamos de unos zapatos color café y el resto de la historia es todo imaginable. Infinitamente imaginable.